Soy un personajillo gris. Estoy sentado en el bordillo de una acera llena de baldosas rotas, grises también aunque de distinto tono. La calle hace bajada, me recuerda bastante a la de esas películas en que en una loca persecución los coches salen volando y se entrecruzan con antiguos tranvías abarrotados de gente.
Hace sol, no hay mucha gente, pero la que me mira parece feliz.
No tengo nada que hacer, ni música que escuchar ni ningún libro para leer. Solo yo y mis pensamientos. Tengo la manía de darle muchas vueltas a las cosas así que de un tiempo a esta parte me han salido spaghettis en la cabeza, son también de un color apagado como yo y su longitud, ya considerable, me empieza a molestar.
Una brisa agradable en conjunto con los rayos de sol me envuelven haciendo que me estremezca de puro placer y tranquilidad.
Pero los spaghettis me están empezando a incordiar ligeramente así que empiezo a tirar de uno de ellos. Tiro y tiro y de repente, se me queda en la mano. Está lleno de letras y de mensajes, sobre lo que pienso de las personas, demasiado complicado...
Justo debajo de mis pies que no hacen más que clackear como los de Ginger Rogers, hay una cloaca de colores. Con un gesto un tanto despectivo para lo que el día conlleva, lanzo el spaghetti y veo como el agua se lo lleva.
Un Pterosaurio se ha posado en mi cabeza, lo cual me representa un grave problema. Si mis spaghettis son mis pensamientos.... zas!! lo que yo temía, ha salido volando con dos o tres, espero que no se haya llevado el de la imaginación. Asustado y ligeramente estresado empiezo a tirar rápidamente de todos, reformas, maquillaje, amor, con faldas y a lo loco... no!! no puede ser!! Ummmhh números y más números, recuerdos, una caipiriña, un gato largo.... ahhhh, la cloaca se ha embozado y los spaghettis con ojos vengativos empiezan a subirme por las piernas y se enrollan en los dedos formando bonitos lazos de compromiso, al fin y al cabo son parte de mí, supongo.
Asustado empiezo a correr calle arriba tirando y tirando de nuevos spaghettis que se convierten en mi sombra una vez lanzados.
De repente, entre la maraña, me aparece uno de colores, irisado y lleno de purpurina. Sí!!! Sííí, no lo perdí, tiro y tiro de él, pero cual serpiente hipnotizada por la música de una flauta sube haciendo eses hacia el cielo azul, se eleva rápidamente y desaparece tras una nube casual. Asustado veo su final así que me agarro con fuerza a él y empiezo a volar, me sacudo y los spaghettis que ya de por sí son de naturaleza resbaladiza si están bien cocinados, caen al vacío maldiciendo con sus pequeños puños hechos de pasta de huevo.
Y vuelo, vuelo entre las nubes y me balanceo feliz de haberme librado de todas las preocupaciones gracias a mi imaginación
El secreto de la boticaria - Sarah Penner
Hace 1 mes
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