Cuando llegué a casa era ya de noche. Me senté exhausta en el taburete de la cocina, mientras en el microondas calentaba el agua para una infusión que me ayudaría a recuperar la sensibilidad en mis manos, congeladas a causa de la ola de frío que acababa de llegar. Relajada, mirando al vacío, sin pensamientos que me estorbaran, pasaron unos minutos hasta que, por el rabillo del ojo, algo captó mi atención. Volví la mirada hacia un punto en la oscuridad. ¿Algo se había movido en el pasillo? Me acerqué sin abrir la luz y la vi. Del tamaño de un palmo, había una irregular y, sin duda, misteriosa mancha. Juraría que esta mañana no estaba, no?. Una sustancia negruzca brotaba de la pared y parecía ir cambiando de forma. Olía como si algo se estuviera descomponiendo, inundando mis pulmones hasta casi hacerme vomitar. No podía ser ningún escape, porque la habitación contigua era mi dormitorio y por allí no pasaban tuberías. Me acerqué vacilante, para averiguar que podía ser aquella asquerosidad, y al irla a tocar, mis dedos hundieron en ella. Sobresaltada, los intenté retirar, pero era como si se hubieran fundido en la propia pared, esa masa viscosa demandaba más de mi, tiraba de mis dedos sin piedad. Mis alaridos retumbaron por toda la casa, pero estaba sola y no había nadie para ayudarme. Aterrorizada me caí al suelo y apoyé los pies en la pared para tirar con más fuerza, pero en lugar de resarcirme, aquello me estaba engullendo con un ansia voraz y mi mano entera ya había desaparecido. Era como si miles de pirañas se estuvieran dando un festín a mi costa. Dios! Cómo dolía. Me estaba comiendo viva! La viscosidad resbalaba por mi brazo.. No me podía creer que aquello me estuviera pasando! Entre sollozos seguí chillando e intentando soltarme, pero casi me había llegado ya al hombro. Era tal el dolor, que poco a poco fui perdiendo la consciencia. De pronto sonó un silbido insistente. Me desperté. Era el microondas que me avisaba de que el agua estaba a punto. Desconcertada, miré a mi alrededor con nerviosismo, el corazón se me iba a salir del pecho, me incorporé y vi que seguía sentada en el taburete, me había quedado dormida con la cabeza apoyada en el brazo y sentía un punzante hormigueo. Sonreí al comprender que todo había sido un sueño. Me acabé de preparar la infusión y me dirigí al comedor, al pasar por el pasillo miré de soslayo hacia la pared, pero allí no había nada. Que tontería!! Me senté en el sofá y con la manta de lana me tapé hasta el cuello. Tras un reconfortante sorbo, apoyé la cabeza dejando que el vaho me calentara.
Pero en el pasillo... algo se movió en la oscuridad.
El secreto de la boticaria - Sarah Penner
Hace 1 mes
4 comentarios:
Que susto me ha pegao la foto! Yo espero no ver nada ni esta noche ni nunca y se veo una mancha la limpiaré y punto!
Es verdad, no hay como ser limpia para no pasar miedo... y qué miedo, qué le pasó al final a la pobre chica????
Creo que vino su novio y le echó la bronca por no haberlimpiado esa semana que le tocaba a ella. Pero eso es otra historia.
Coño ahora mismo pongo un bote de Cillit Bang en la mochila, mancha que vea mancha que limpio
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