10 de diciembre de 2009

Engranajes

Como el ocho en una caja de números, entre el siete y el nueve, el ocho es un infinito que se ha puesto de pie porque nadie conseguía alcanzarle. Estando estirado, cuando nadie lo veía, parecía un punto lejano, pero al levantarse y reclamar sus derechos un infinito se transforma en un simple número que no llega a la decena.

A veces uno se imagina los números con un color determinado, y con un aspecto definido. Igual que la gente sueña en colores o en blanco y negro, y que las palabras se asocian a imágenes. Como cuando una botella de champán se descorcha, me gustaría montarme en su tapón y engancharme en el ojo de la luna. Me gustan las burbujas de cava, que corren como perlas y te vuelven un poco loca. Como las cocas de San Juan, como los agujeros negros donde todo empieza y acaba o como la teoría de los puntos y los universos paralelos, donde todo lo que estaba previsto que sucediera, sucederá en un universo u otro. Aunque si uno sólo tiene conciencia de un universo, ¿cómo sabe que en otro paralelo está pasando lo que no ha podido conseguir que sucediera en el presente?

El mundo está lleno de casualidades y me imagino que somos unos engranajes, de cristal de colores, girando por muchas partes a la vez, que de vez en cuando enganchan con otros engranajes del mismo color y la misma forma, pero que la mayoría de veces siguen girando libres, brillantes y desamparados.



1 comentarios:

Naida dijo...

Un engranaje nunca estará desamparado si tiene otro amigo engranaje porque el uno al otro se irán complementando en sus huecos. Lo importante es no meter ningún palo en medio ni dar un palo al agua!